Motivos

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  • 22 December 2022
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Póngase en la coctelera una cantidad generosa de ilusión, añádase juventud a raudales, dos pizcas de inconsciencia, una larga dosis de atrevimiento basado en la ignorancia y cantidades ingentes de trabajo y esfuerzo. Agítese cotidianamente durante varios años y sírvase en puerto ancho.

Objetivamente, la construcción amateur es el procedimiento más complicado y largo para hacerse con un barco. Racionalmente, no se sustenta, no le des muchas vueltas. Si quieres un barco, cómpralo. Si quieres navegar en un plazo razonable, cómpralo. Si no te quieres complicar la vida de modo inmisericorde, cómpralo. Nuevo, usado, más o menos viejo, pero cómpralo. Si, pese a todo, te hace ilusión construir tu embarcación, no merece la pena marear la perdiz. Ve pensando en planos, sistemas constructivos, lugar donde comenzar y, adelante. Evalúa los costes, medita sobre cuanto tiempo dispones, haz tus elecciones, que forzosamente han de ser muchas y, adelante, adelante siempre, sin mirar atrás ni pensar en lo que queda por hacer.

A nosotros, el virus de semejante enfermedad nos rondaba desde hacía tiempo. Fue en Benalmádena donde superó nuestras defensas. Tras un día de viaje con un calor insoportable, aparcamos en el náutico de esa localidad; por fin, Pablo se durmió y, con la noche, los pantalanes se adornaron con las luces de las embarcaciones amarradas, el rumor de las conversaciones de los tripulantes, la magia, en fin, de los veleros, la magia del mar. Un sueño febril de velas desplegadas y mástiles susurrando al viento, sueño imaginario en nuestro caso dado que nunca habíamos navegado, mucho menos a vela. Y así, sin ninguna experiencia previa de navegación y construcción, administrativos de oficio, nos lanzamos sin red y sin trapecio. Años más tarde, cuando la orza del Albanta se dio su primer baño, seguíamos sin experiencia alguna de navegación; por no mentir, un paseo en un balandro de seis metros de nuestro amigo Felipe, en el pantano de Tormos, unas semanas antes de la botadura. Así descubrimos que los veleros navegaban inclinados gran parte del tiempo por efecto del empuje del viento sobre las velas. Bien mirado, debería revisar mis convicciones; después de todo, quizá existan los milagros. No nos ha faltado buena estrella.