Todo en la bañera

Es una idea atractiva que, como tantas, precisa alguna reflexión. En principio tener desde la bañera el control de toda la jarcia de labor resulta tentador.

En la práctica puedes convertir la bañera en un infierno de cabos, winches y bloqueadores que limiten considerablemente la maniobra y la hagan sumamente incómoda, precisamente lo contrario de lo que pretendías.

En cierta medida es nuestro caso, sobre todo si llevamos tripulación numerosa. En circunstancias normales, somos cuatro tripulantes y todo en la bañera está muy bien; un viajecito al palo si hay que tomar rizos y para de contar. Sin embargo, si la bañera va ocupada por tripulación numerosa, que casi nunca tiene experiencia en navegación, te toca saltar entre cabezas, hombros y muslos como si tuvieras un ataque epiléptico o bailaras música máquina. Para qué vamos a hablar de la situación si el viento arrecia bruscamente.

También en esto San Isidro veló por nuestras almas, aconsejándonos - y realizando - una escotadura en la caja de poleas de la base del palo por la que sale la driza de la mayor en busca del winche en la bañera; esa simple muesca permite dirigir la driza hacia un winche en el palo, con lo que izar la mayor o tomar rizos con la bañera llena de, ora confiados, ora aterrados navegantes, pasa a ser una maniobra posible.