
Perdona, Descartes
Desde las fotos de mi habitación me llegan los latidos del Albanta, percherón marino de paso dócil y seguro, los gritos de júbilo de Sabina cuando cogió su primera oreja de mar en Algayerens, el tremendo aplomo de Pablo tomando rizos en el canal de Menorca y en tantos otros sitios, la serenidad de Rosa leyendo cuentos a los chicos en nuestro primer chubasco nocturno volviendo de Andraitx en el 91 (¡uf, qué mal lo pasamos!). No, esta no es una historia lógica, es una historia del corazón y como tal se toma o se deja. No se puede valorar el coste de lo vivido ni elucubrar sobre como hubieran sido las cosas si en lugar de haber construido hubiéramos... No hay botón de rebobinado en la vida real y si me lo preguntas, te contestaré que mañana mismo iniciaría la construcción de una embarcación nuevamente, quizá confundiendo la añoranza de la juventud con la pasión de una, a largo plazo, aventura marítima.
Luís Martí
Administrativo de oficio con múltiples aficiones. Aprendiz de todo, especialista en nada, inquieto de manual y bastante cegato. Tuvo la fortuna de coincidir con Rosa y llevar juntos a buen término un proyecto descabellado.
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