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01-06-2025 3 minutos lectura #nautica , #materiales

Material náutico

Hay quien sostiene que la industria náutica se rige por un inmutable axioma: El propietario de un barco es rico y tonto. Es una afirmación discutible, desde luego no soy rico, y conozco muchos patrones de economía saneada e intelecto fuera de lo común.

Pese a todo, creo que es aconsejable una actitud preventiva frente a los productos destinados a la náutica deportiva. Mucho antes de que la realidad virtual triunfara tierra adentro, campaba a sus anchas por los náuticos. Chalecos salvavidas que se empapan, bombas de achique que lo son durante pocas horas, poleas dignas del maletín de la Srta. Pepys y juguetes afines.

Como regla general te diría que casi todo lo que se fabrica para automoción, vivienda, deportes de montaña, aviación o pesca, responde a unos criterios de calidad más elevados que los usados en náutica. Cuando has visto una sonda llenarse de agua en un chubasco, un chaleco salvavidas reventar por sus costuras, manivelas de winche inutilizables a las pocas jornadas de uso, motores de bombas quemados por haberse derretido los soportes (¡de plástico común!) de las escobillas, presostatos pagados a precio de oro (cinco o seis veces más caros que los de uso industrial) quemados o rotos, soportes de fusibles fundidos en aerogeneradores marinos por no soportar la corriente de carga enviada en un ventarrón, rodamientos comunes de acero, sin blindar, en artículos que funcionan a la intemperie y un largo etcétera, tu confianza en la industria náutica desciende a los abismos. Y hay cosas peores: Arbotantes rotos con vía de agua incluida por enganchar un cabo con la hélice, herrajes de palo arrancados por debilidad manifiesta, cascos como papel de fumar en embarcaciones rutilantes… no, no es para confiarse, francamente. Es verdad que la mayoría de los barcos son usados para dar paseos cerca de la bocana, que sólo un barco de cada cien se las tiene que ver con verdadero mal tiempo de larga duración; todo eso es cierto, pero los precios suelen corresponder a materiales de calidad óptima y barcos perfectos. La realidad es, al menos en ocasiones, bien distinta.

Tendrás que buscar profesionales de confianza por encima de las marcas, salvo que éstas te atraigan, en cuyo caso nada que objetar. Si un mecánico honesto y amante de su trabajo es un bien preciado tierra adentro, lo mismo cabe decir de un distribuidor de artículos náuticos, un especialista en jarcias y mástiles, un velero, un librero especializado en náutica y tantas y tantas personas cuya profesionalidad te puede ahorrar dinero y disgustos. Una de las personas a las que más debo se llama Manolo, es marinero en nuestro club náutico y sabe latín; pertenece a esa rara categoría de gentes cuyo sentido del humor y buen juicio son auténticos faros en esas fastidiosas (y frecuentes) navegaciones por mares de vanidad. No dejo de escuchar a la gente del mar; no sabrá nada de los cuarenta rugientes (como casi todos, incluidos algunos de los que hablan de ellos), no conocerá el vocabulario marítimo inglés, pero le ha visto los dientes al mar en el canal de Mallorca con el arte calado y eso es muy real, nada virtual, es directo y franco.

luis

Luís Martí

Administrativo de oficio con múltiples aficiones. Aprendiz de todo, especialista en nada, inquieto de manual y bastante cegato. Tuvo la fortuna de coincidir con Rosa y llevar juntos a buen término un proyecto descabellado.

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